En 1975, tras la ocupación del Sáhara Occidental y el inicio del conflicto que enfrentó al Frente Polisario y Marruecos, miles de saharauis huyeron hacia Tinduf, en Argelia, buscando refugio. En este inhóspito desierto se establecieron campamentos que, lejos de ser una solución temporal, se han convertido en el hogar de varias generaciones. Con el paso del tiempo, estos campamentos han llegado a simbolizar el olvido y el estancamiento de una situación que sigue sin resolverse, haciendo de los refugiados saharauis un pueblo atrapado en la incertidumbre.
Casi cincuenta años después, la vida en los campamentos de Tinduf sigue marcada por la precariedad y la resistencia. La comunidad internacional ha brindado asistencia humanitaria, pero la falta de una solución política definitiva perpetúa esta crisis. Muchos de los refugiados actuales han nacido en los campamentos y no conocen otro mundo, lo que intensifica el sentimiento de abandono y desarraigo.
El tiempo no solo ha marcado la vida de los refugiados saharauis, sino también mis propios archivos fotográficos. Mi colección de diapositivas, acumulada durante décadas, ha sufrido los estragos del tiempo: hongos, humedades y alteraciones cromáticas que han transformado las imágenes en reflejos desgastados de su realidad original. Lejos de restaurarlas, considero que este deterioro aporta un paralelismo visual y conceptual con la situación de los refugiados saharauis.



