Paciencia
Desde Bérgamo, desde esta ciudad martirizada que espera regresar lentamente a un poco de normalidad, bien se entiende qué es la paciencia. Desde estos pisos vacíos, donde ahora se vive en soledad, sin el continuo ir y venir de parientes y amigos, sin las comidas todos juntos y las risas, y donde todavía se intenta mantener el orden interior, contra toda esta muerte, el orden interior de regar las flores, de trabajar, de mantener las amistades y los afectos por teléfono, donde se espera la noche para hablar con Javier, bien se sabe qué es la paciencia.
Pero no es en ese sentido literal por el que Javier ha elegido este tìtulo para su libro sobre las turberas de Irlanda, sino en un sentido metafórico. Aquí todavía la metáfora es entenderla de una manera contraria a lo que sería mas común en la tradición española: la agudeza barroca, el ejercicio estilístico más o menos vacío, el "ribobolo", la maraña, como habría dicho Carlo Emilio Gadda, con palabra intraducible y tal vez onomatopéyica, indicando la esterilidad de demasiadas imágenes.
Desde la esquina de Galicia en la que él vive, A Baña, lugar que tan bien recuerda a Irlanda, Javier reconduce la metáfora a la potencialidad cognitiva de que hablaba Aristóteles en el tercer libro de su Retórica. Para el filósofo griego el metaforizar es una capacidad natural de ver no la similitud, como los demás creen en una interpretación errada de esos pasos tan intensos de su obra, sino el homoios, “no el símil, sino el igual, el idéntico entre los diferentes” (trad. mía), como bien escribe el amigo Stefano Gensini. En este sentido, heredado de Euclides, la metáfora es un potente medio de conocimiento que tiene una enorme ventaja, según Aristóteles, sobre el parangón: la velocidad. Las cosas no “son como”, las cosas “son”. El amor no es como un sol, el amor es un sol. Aristóteles bien sabía que el camino del conocimiento es un placer, y entonces, es importante que no aburra. La rapidez de la metáfora nos pone a la vista conceptos e ideas que asumen inmediatamente una forma, instrumento visual que nos concretiza ideas abstractas.
La fotografía, la buena fotografía, siempre es metafórica: nosotros que la miramos vemos la cosa, pero vemos al mismo tiempo lo otro: un estado del mundo, un estado de ánimo.
En este libro de Javier la metáfora de la paciencia se emplea en dos sentidos: la paciencia de la turba y la paciencia del hombre.
La paciencia de la turba: milenios para formarse, estrato sobre estrato, con una lentitud imperturbable y buena.
La paciencia del hombre: en casas aisladas, con el duro trabajo del campo, solo con un poco de turba para calentarse y hacer fuego, sin abandonar sus hogares, aunque estén tan abandonados.
Paisaje y gente se funden en una identidad de belleza desolada y nosotros entendemos este mundo extraño y lejano inmediatamente y con toda la profundidad de la emoción.
La emoción del fotógrafo.
Federica Venier
Bérgamo, 18 abril 2020.