L'uomo Invisibile.
Este proyecto nace de una necesidad: la de mirar de frente aquellas vidas que la sociedad ha aprendido a no ver. Las personas sin hogar suelen ser reducidas a una categoría genérica —drogadicción, fracaso, desarraigo—, como si esos rótulos bastaran para explicar el fondo. Pero lo que late muchas veces tras esa fractura no es solo la pobreza, sino un sufrimiento más hondo y menos visible: trastornos del ánimo, depresiones profundas, bipolaridades no diagnosticadas, mentes que han dejado de encontrar refugio en un mundo estructurado para lo normativo.
He aprendido —no solo como fotógrafo, sino también en carne propia— que los límites entre la salud y la enfermedad mental no son líneas rectas. Hay quien duerme en la calle, y hay quien camina sobre el filo del día a día sin llegar a perder el techo, pero compartiendo el mismo vértigo interno, las mismas fugas. Y cuando eso ocurre, cuando la mente se convierte en su propio campo de batalla, cualquier red de contención social se vuelve frágil. Cualquiera puede caer. Yo también he estado cerca.
“El Hombre Invisible” habla de esa frontera borrosa. De personas que, tras un diagnóstico o sin él, han sido apartadas, silenciadas o simplemente olvidadas. Habla del dolor que no se ve, de las luces intensas y las sombras densas que acompañan ciertos trastornos, y de lo fácil que es confundirlos con una elección o un error.
Estas imágenes no intentan explicar ni justificar. Solo proponen mirar con atención y con respeto. Reconocer en los otros lo que tal vez no hemos terminado de aceptar en nosotros. Porque a veces, lo invisible no es solo el que duerme en el banco de un parque, sino todo aquello que preferimos no sentir demasiado cerca.




